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<h1>El mito del andrógino</h1>
<img src="C:\Users\Emanuel\OneDrive\Documentos\UNQ 2023\Cursos\ProgrWebBás_2C23\PáginaWebFilo\img\aristophanes.jpg" alt="andrógino vasija griega">
<p>«Tres eran los sexos, no dos. Había un tercer sexo que participaba de ambos y cuyo nombre perdura. El andrógino, en efecto, era una sola cosa que por igual participaba de lo masculino y de lo femenino. Su forma era redonda; su espalda, circular. Tenía cuatro manos, cuatro pies y dos caras, opuestas entre sí. Sobre ambas caras tenía una cabeza sola, además de cuatro orejas, dos sexos, y así lo demás. Como ahora, caminaba derecho, hacia ambos lados, pero al correr lo hacía en círculos sobre sus piernas, que eran ocho. Tres eran los sexos, porque lo masculino venía del sol, lo femenino de la tierra y lo andrógino de la luna, participando de ambos, y precisamente por eso eran circulares. También eran inusitados en cuanto a vigor y fuerza y su orgullo era desmedido, al punto de conspirar contra los dioses. Lo que Homero dice de Esfialtes y de Oto se dice también de ellos, que probaron subir al cielo para agredir a los dioses. Zeus y los demás dioses deliberaron sobre qué hacer con ellos. No podían matarlos, fulminándolos, pues dejarían de recibir honores y sacrificios de los hombres, ni desde luego podían dejar sin castigo su insolencia. Tras un debate, Zeus al fin dijo “Los haré más débiles, de forma que sigan existiendo los hombres y que no quede sin castigar su insolencia. Haré dos mitades de cada uno, para que sean más débiles y más útiles, por ser más. Andarán en dos piernas y, si aún persisten en su insolencia, los cortaré de nuevo en dos mitades, de modo que caminen dando saltos sobre una pierna”. Dicho lo cual cortó a cada uno en dos mitades, como se corta una fruta. Mientras lo hacía, ordenaba a Apolo que curase la herida y que los obligase a volver su cara hacia el corte para que cada hombre, al ver la herida, se ayudase a la modestia. Así, Apolo rejuntó la piel de todas partes hacia el vientre, como bolsas de carne, y las ató en el ombligo, que sirve de advertencia, luego de alisar las demás arrugas y modelar el cuerpo. Una vez hecho dos, cierta nostalgia los juntaba con su vieja mitad y ellos se abrazaban unos a otros, ávidos de una sola naturaleza, y morían de hambre y de inacción, sin hacer nada por separados. Muerta una mitad, la otra buscaba una nueva mitad y se unía a ella, fuera toda mujer o toda hombre. Zeus, no sin compasión, decidió llevar sus sexos al frente, ya que hasta entonces estaban por fuera, hacia los costados, y dejó que engendraran y parieran unos en otros y no en la tierra como insectos. Desde entonces podrían engendrar en ellos, a través de lo masculino en lo femenino, de modo que si se abrazaban hombre con mujer pudiesen perpetuar nuestra especie pero si se abrazaban hombre con hombre sólo ganasen alguna satisfacción con el roce antes de volver a sus trabajos. Desde entonces es común el amor de unos a otros, que procura hacer uno de dos, restaurando su antigua naturaleza. Por tanto, cada uno de nosotros es simplemente un símbolo de hombre, al quedar hecho dos, y precisamente por eso cada uno busca su propio símbolo. En fin, cuantos hombres son parte de aquel andrógino gustan de mujeres, tocando a esta clase los adúlteros, y cuantas mujeres son parte gustan en cambio de hombres. Pero cuantas mujeres son parte de mujer, no gustan de hombres sino de otras mujeres, tocando a esta clase las lesbianas, y si en cambio son parte de varón gustan de varones.» </p>
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